El buen gobierno, lejos de ser moda pasajera o una imposición legal, se ha convertido en una necesidad corporativa que mejora la vida de las compañías y de sus gestores. Las empresas comienzan a asumirlo y adecuan su normativa interna para alcanzar los máximos niveles de transparencia, ética en la gestión, independencia u observancia de sus responsabilidades en la gestión y relaciones con la comunidad. La tarea no es fácil, y no en pocas ocasiones las dificultades son importantes.
Los problemas para un buen gobierno corporativo radican, no sólo en mantener la coherencia entre los intereses de accionistas y directivos, sino también en potenciar sistemas de información que hagan de la transparencia uno de los pilares básicos donde se asiente la gestión. De esta forma, todos los agentes que integran la organización y los grupos de interés relacionados tendrán la posibilidad de conocer su evolución, participar en el proyecto y manifestar sus preferencias.
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