Una de las principales consecuencias que han ido trayendo las sucesivas crisis financieras en Estados Unidos ha sido el progresivo incremento de competencias, medios y responsabilidad de la Securities Exchange Commission o SEC, supervisora del mercado. Ha tenido que ser en el país pionero del capitalismo como seña de identidad económica donde, precisamente por eso, más se han sufrido las consecuencias de la información inexacta, los abusos de información y las actuaciones irregulares de los distintos intervinientes del mercado: compañías, intermediarios e inversores. Y han decidido aplicarse a minimizar éstas prácticas por la vía de la autoridad. Que la libertad sin límites conduce al libertinaje, que nos inculcaban en la época de Cuéntame.
En este sentido, la Comisión Nacional del Mercado de Valores tiene un muy largo camino que recorrer. En un momento como el actual en que la economía financiera -gracias a fenómenos como las titulizaciones, los instrumentos derivados y el apalancamiento- supera con creces el valor de la economía real, olvidándose de su primigenio origen como fuente de financiación empresarial, se necesita destinar al menos tantos medios a la supervisión de la una como de la otra, si no más. Por desgracia, no es así en España. Ni mucho menos. Y, de una forma u otra, lo estamos notando todos.
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