Sunday, December 24, 2006

Los códigos de ética envuelven los regalos navideños de las empresas


Hasta bien entrado el siglo XX, algunas tribus indias norteamericanas de la costa del Pacífico seguían practicando el «potlatch», una ceremonia muy popular a través de la que se reforzaban las relaciones jerárquicas entre grupos mediante el intercambio de regalos. En una forma de demostrar el nivel de poder, riqueza e influencia, quiénes más poseían más regalaban de forma que en la siguiente reunión todo el mundo tenía las cosas claras: quién mandaba, quién influía sobre quién, y quién asumía su sumisión en forma de un valioso y nada desinteresado regalo.

En pleno siglo XXI, la tribu empresarial vive en estos días su particular «potlatch» navideño en el que, de entre las expresiones sinceras de afecto, no siempre es fácil delimitar la delgada línea roja que separa un simple regalo de una manifestación exagerada de poder, cuando no de un intento de «modificar el compromiso de lealtad de quien lo recibe». El entrecomillado pertenece a José Ramón Pin, profesor del IESE, para el que esta línea la marcan cuatro criterios: la cantidad económica del presente; la legalidad (por ejemplo, la Ley Nacional de Sanidad limita expresamente los regalos que la industria farmaceútica realiza a los facultativos); la transparencia y la honestidad.

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