Wednesday, February 04, 2009
La cosecha de África se siembra en Europa
Los países ricos llevan décadas inyectando miles de millones de euros a los países pobres en forma de ayuda al desarrollo con resultados claramente insuficientes: más de mil millones de personas viven en la pobreza extrema y las proyecciones indican que cada vez serán más a los que les cueste satisfacer sus necesidades energéticas diarias.
Son muchas las voces que piden un aumento de la ayuda para paliar esta situación, pero también las que sostienen que además de la cantidad de ayuda hay que revisar la calidad de la misma. "Las políticas están claramente equivocadas porque sigue aumentando el número de personas que se mueren de hambre. Las tierras están ahí [en los países en desarrollo] y el potencial de producción también. Es un problema político". Quien lo dice no es la portavoz de una pequeña ONG ultracrítica, sino Soraya Rodríguez, secretaria de Estado de Cooperación, convencida de que hay que dar un vuelco a la situación.
El cambio más urgente, dice, pasa por apoyar la producción agrícola. A pesar de que el 75% de personas pobres de los países en desarrollo vive en zonas rurales y depende de la producción agrícola, las ayudas internacionales a la agricultura han caído en picado durante los últimos 20 años. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo económico (OCDE) indica que a mediados de los años ochenta, los países desarrollados destinaban cerca del 20% de la ayuda a la agricultura. Ese porcentaje rondaba el 7% en 2007 para el caso de la ayuda bilateral. La multilateral ha sufrido una evolución semejante en las dos últimas décadas. A la deficiente ayuda de la comunidad internacional hay que sumarle la falta de inversión por parte de los Gobiernos locales: en 2004, apenas un 4% de su gasto público, según el Banco Mundial.
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