
Se suele decir que el principio de un directivo eficaz consiste en remitirse a los hechos y que éstos son los que garantizan el éxito de las estrategias: los hechos son lo objetivo y lo fundamental. "Esto es verdad, pero no es toda la verdad, ni siquiera la parte más importante, ya que los hechos por sí solos son mostrencos. Sin la percepción subjetiva y la posterior interpretación, también subjetiva, los hechos no dicen nada a nadie. Sólo para los pusilánimes valen por sí mismos".
Estas palabras del profesor del IESE Guido Stein en su libro "Cambiar o no cambiar: esa es la gestión" sintetizan bien lo que para él es la esencia de la función directiva: dirigir a las personas y su trabajo, enfrentarse diariamente con los cambios y encontrar el equilibrio entre la renovación constante y la estabilidad necesaria.
No se trata de elaborar un enfoque teórico sofisticado, advierte el autor, sino de que la dirección debe tener claro hacia dónde encaminar los pasos de su empresa. Dirigir ha sido siempre una labor de síntesis, de inteligencia y de voluntad y saber orientarse con rapidez y flexibilidad se ha convertido en algo indispensable.
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