
Ciertamente la palabra “responsabilidad social” se torna sintagmática dependiendo del ambiente donde actúe. Esto quiere decir que dada su amplia capacidad para mutarse y relacionarse con disímiles variables, asuma una multiplicidad de manifestaciones que en buena medida podrían ser válidas dependiendo de dichos entornos. Por ejemplo, para ciertos sectores del pensamiento socioeconómico (relacionados al marxismo), la responsabilidad social implica una obligación adicional de “hacer” a costa del empresario. Es así como bajo dicha concepción “asistencial”, al empresario se le exige a pagar las facturas comunitarias que van desde la limpieza de sitios públicos hasta el sostenimiento de equipos deportivos o el gravamen de costear infraestructura de servicios para los más desfavorecidos . En fin, no sólo se satisface la contribución para la comunidad con la exacción legítima de los tributos, sino, que el propio Estado le impone deberes adicionales que terminan por desviar buena parte de las ganancias de la empresa para obras que ni remotamente tienen conexidad con el objeto para la cual se han constituido las empresas. Bajo este esquema, las historias recientes de las naciones de la América Meridional han logrado truncar las inversiones y el ingreso del capital fresco para el impulso de un sector privado capaz de generar empleo y riqueza colectiva sostenida. Otro sector, si bien acepta que en ciertos momentos la responsabilidad social empresarial deba canalizarse por el esquema identificado, critica la excesiva asistencialidad de los modelos hasta el punto de buscar un equilibrio. Dicha moderación entiende perfectamente que en ciertos momentos el empresario debe vincularse socialmente, no sólo bajo la modalidad del pago, contribuyendo con lo mejor que sabe hacer.
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