
El martes tuvo una cena en Barcelona, ciudad en la que reside, y aprovechó para tomarse una copa, así que hasta la una y media no se metió en la cama. Cuatro horas y media de sueño fueron suficientes para recuperar el ritmo y el jueves Laura González-Molero -presidenta y consejera delegada de Merck España- tomó un avión para llegar puntual a su otro despacho en Madrid.
La maleta descansa detrás de su silla en una sala llena de luz y de fotos. Es una persona ordenada, "disciplinada, estricta" y quizá por eso en su mesa se agrupan carpetas de distintos colores perfectamente colocadas. "Cada color significa un código y así agrupo las distintas cosas que tengo que hacer", dice como si tuviera que disculparse por ello. Mabel -en Madrid- y Anabel -en Barcelona- son sus asistentes, esos ángeles de la guarda en los que delega muchas de sus tareas.
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