
Visitando lo más pobre de Bangladesh, Muhammad Yunus encontró a una mujer que fabricaba taburetes de bambú. Para adquirir el material le tenía que pedir dinero a un oligarca que después le compraba esas sillas a precio de saldo, lo que reducía sus beneficios a una cifra irrisoria. Corría el año 1976, y el Nobel de la Paz decidió tomar cartas en el asunto. Investigó situaciones parecidas y descubrió que, prestándoles 27 dólares, 42 personas como esa señora podrían saldar sus deudas y vender las artesanías libremente. Así nacieron los microcréditos, que se caracterizan por ofrecer una pequeña financiación a clientes de escasos recursos, sin necesidad de aval y en condiciones de devolución muy favorables.
A España llegaron en 2001 de la mano de las cajas de ahorros, que son las entidades que los conceden. Su cuantía media ronda los 15.000 euros, con un tipo de interés del 4,5%, plazos de devolución de hasta cinco años y un periodo de carencia de varios meses. No se exigen más garantías que el proyecto en sí, pero la tasa de morosidad no es muy elevada (4-5%).
Entre los años 2001 y 2007 se otorgaron 9.033 microcréditos, por un importe de 97,2 millones de euros, y a esa cifra hay que añadir los préstamos que se adjudicaron en colaboración con las líneas del Instituto de Crédito Oficial (ICO), que sumaron medio millar, con un volumen cercano a los 10 millones de euros.
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